Es uno de mis relatos de pesca favoritos, del libro de D. Miguel Delibes Mis amigas las truchas. un personaje entrañable.
Pastorin
(10 de
Julio de 1972)
Comí con
mi hijo Juan en Santa Marina de Orbigo después de soltar un discurso en León a los
pacientes alumnos del curso para extranjeros. El día absolutamente despejado,
con un sol rutilante – implacable y pugnaz en los abrigaños- no presagiaba nada
bueno. Pero por si las condiciones externas no fueran suficientemente
descorazonadoras, Patricio el guarda se encargo de aguar aun más la fiesta:
Poco
queda por hacer hoy, como no lo arregle este.
Y señalaba
para un hombre de media edad y media estatura, aplicado en armar sobre un
velador de mármol una cuerda de cuatro moscos. A mi mirada interrogadora, el
desconocido respondió poniéndose de pie y alargándome una tarjeta:
<< José
Aller Rubio (<>)
Montador
de mosquito para la trucha
BENAVIDES
DE ORBIGO>>.
Patricio
que andaba al quite agrego:
Ahí donde le ve, acaban de darle el segundo
premio como montador de moscos en la Semana de la Trucha.
A un gesto
de Pastorin nos sentamos alrededor del velador. Inspecciono con ojo critico
nuestros aparejos y, por primera providencia nos informo que en el mes de Julio
las saltonas que llevábamos no servían para tentar a la trucha del Orbigo:
En este río hace falta algo mas llamativo
¿comprende? Un mosco de más enjundia. ¡Miren, cosa bonita! – Extrajo de su caja
de dos pisos una mosca de apretado plumaje y doble cuerpo- : Observe, mire el
pelo de Boñar legítimo.
En las
aldeas de Boñar, en plena sierra, los campesinos encuentran en la cría de
gallos de raza un sobresueldo. Hoy en día la trucha leonesa mueve mucha gente y
muchos intereses. Y rn torno a este deporte prolifera una industria que se
desflaca en las más insospechadas direcciones:
A
más de cien pesetas la docena de plumas vengo pagando. No crea que las regalan.
Los
moscones de Pastorin son macizos, lustrosos, llamativos, apetecibles. Moscos
elaborados con pluma de los gallos de
Boñar, los más acreditados del mercado.
En los caseríos
montañeses, rara es la familia que no cría media docena de gallos para
comerciar con las desplumaduras. Un negocio modesto y saneado dentro de una inversión
minima.
Uno apunta
tímidamente:
Dígame
Pastorin ¿ y no aguantaba usted mas bajándose para casa una docena de gallos?
Pastorin
hinca la barbilla en el pecho, me mira conmiserativamente y sonríe con media
boca. Es hombre sobrio de verbo comedido. Parece regodearse en su respuesta.
El gallo
serrano, para que usted lo sepa, de que le saca usted de su medio pierde el
lustre. El mosquito no vale. No me pregunte el porque pero es así.
¡Ah!
Pastorin
desmonta con dedos expertos las moscas saltonas de nuestros aparejos y las va
sustituyendo por las suyas:
Si en la
serena no pescan con las moscas de Pastorin no pescan con ninguna. Y si no, al
tiempo.
Los gallos
de Boñar, los abigarrados gallos de la sierra, pelan, por termino medio tres
veces por año. Si uno piensa en las plumas que tiene un gallo y mentalmente
hace cuentas le tienta la codicia:
Tampoco se
piense usted que todo el monte es orégano. De cada gallo y cada pelada no se
aprovechan arriba de dos o tres docenas de plumas.
Ya.
Minutos
después de las cuatro de la tarde irrumpen en el establecimiento Carlos
Mondejar y monsieur Courtial.:
Vienen
congestionados, sudorosos, pero con las cestas llenas de truchas, ejemplares
eminentes de no menos de tres partes de kilo.
Me encandilo:
Así que se
dan bien………………………
Con la
tralla fijo. Con la cuerda no vas a pescar mas que una insolación.
Tan mal
anda eso?
Carlos Mondejar
rompe a reír y con la caña enfundada apunta hacia la mesa donde se afana
Pastorin :
Honradamente,
¿tu crees que si se dieran a pluma andaría ese ahí?
Pastorin
no se altera. Baja la barbilla, sonríe con media boca y sin levantar los ojos
del aparejo dice:
Mañana
tengo yo coto. ¿Se juegan ustedes algo a que a mediodía he atrapado el cupo?
Con la boya, por supuesto. Y seleccionadas.
Si no clavo yo mañana sesenta truchas para
escoger dejaría entonces de ser quien soy.
La
conversación se enreda y Juan y yo abandonamos el alboroto del bar y
descendemos hacia el rió. En la rebalsa del puente se divisan docenas de
truchas soleándose. Apenas se mueven. De tarde en tarde, un ejemplar sube y
boquea indolentemente en las aguas inmóviles. Otro deambula sin rumbo y se
detiene un momento hociqueando en las berreras del fondo.
Mi hijo
Juan se exalta:
Con tanto
bicho alguno picara digo yo.
Pero la
trucha en este tiempo estival, anda emperezada. A lo largo de tres horas no
hago otra cosa que cambiar la cucharilla por el mosco y a la inversa. Esfuerzo
vano. Los peces no están por la labor.
Al ponerse
el sol, aparece Pastorin en el camino del estero, pedaleando en su bicicleta :
¿Qué?
Mal. Una
agarre a cucharilla. ¿Por qué no nos hace usted una demostración?.
Pastorin
se apea. Viene muy puesto, de zapatos y americana. Con calma – en su
preparativo no cabe la prisa- amarra en la línea una cuerda de su marca.
Brinca de
piedra en piedra con pasmosa seguridad e inicia las varadas con mi caña con
tanta precisión como si en la vida hubiera manejado otra. Su sistema de lanzar
es muy personal. Da vuelta al buldo por detrás de su cabeza para tomar impulso
y el aparejo atraviesa el río como un proyectil.
Pastorin
lanza aguas arriba, sesgado y recoge – la caña arbolada – al ritmo de la
corriente. Apenas han transcurrido quince minutos cuando vocea:
¡Ya esta!
El pez
salpica en la otra orilla al sentirse preso y Pastorin levanta la caña y
arrastra la trucha sin apresuramientos, dando la impresión de que es ella quien
dirige, hasta la cascajera, a sus pies, de manera que el pez cambia de medio
sin alborotarse:
No es
grande, pero hace bocado. ¡Ve ahí, en la saltona!
Es un
bello ejemplar de cuarto de kilo que Pastorin desnuca con habilidad profesional
:
Ya caerán más.
Pastorin
trabaja insistentemente un raudal de aguas someras y espumosas, pero su
sabiduría se manifiesta, antes que en el lance
y la recogida, al entrar la cuerda en las tornas de la orilla. En ese trance,
mueve la saltona tecleando la línea, con expertos, sensibles dedos de
guitarrista.
El secreto
de Pastorin no es tal secreto o, si lo prefieren es un secreto a voces:
Pastorin pesca con mosco ahogado pero sosteniendo la saltona en superficie,
como mosca seca. Lo que el hace, caña en mano, es evidente. La dificultad
radica en imitarle: su delicadeza para posar el buldo, su temple para tensar la
cuerda sin arar el río, su gracia para esgrimir la saltona……. En suma en la
precisa exactitud de sus movimientos.
De este
modo, sin moverse apenas del sitio, va sumando truchas, una, dos, tres hasta
cinco en poco más de media hora. Uno, al tiempo que se le desborda la
admiración, siente la humillante sensación de que nunca en estas artes de la
pesca pasara de ser un aprendiz. Sensación inevitable ante estos hombres de
ribera, que pasaron cuarenta años junto al río y la caña en sus manos es como
una prolongación de los mismos:
No se
preocupe. Vera como ahora, con la serena, también pesca usted.
Dios le
oiga Pastorin
También es uno de mis favoritos.
ResponderEliminarDenota claramenter que pesca el pescador más que las moscas.
Saludos!!
Precioso relato, que pena que en España exista tan pcoa tradición literaria de calidad, en relatos de la pesca, si lo comparamos con Franceses o Ingleses.
ResponderEliminarAlex
Buen relato , aparte de lo que comento anteriormente Revuki , tanto y mas importante es la sabiduria del ribereño en reconocer con maestria las verdaderas imitaciones que funcionan en su rio
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