miércoles, 17 de diciembre de 2014

El futuro de la pesca


Una nueva temporada de pesca, las ilusiones puestas en que esta sea aún mejor que la anterior, en espera de llegar a los niveles de antaño, cuando engañar a una pintona no era tan difícil, o cuando verlas escapar río arriba era de lo más normal, mientras que hoy en día hay que dejarse los ojos en ello. Sin embargo en esto de la pesca no sólo disminuyen las poblaciones de peces, cada vez que voy al río y me encuentro algún pescador, este siempre me supera en edad, casi nunca encuentro a otros compañeros de afición de mi quinta y me sobran dedos  para contar a aquellos que están por debajo de mi edad. La pregunta es por tanto obvia, ¿Por qué no hay relevo generacional en la pesca? 


Si nos fijamos un poco en los pescadores veremos que en su gran mayoría son gente de 50 para arriba, lo más mayores perfectamente identificables, no sólo por su edad, si no por su arte de pesca, en general, el cebo, ya sea con caña larga o vara fija y a que a medida que avanza la temporada se cambia por una mosca en punta. Ellos vivieron una época en la que la abundancia de truchas era un recurso valioso y aunque posteriormente ejercieran la pesca como afición, la gran abundancia de peces hacía de la pesca un actividad cinegética entretenida, pero a día de hoy vemos que estos grandes pescadores, especialmente con el cebo, ya casi sólo salen los dos o tres primeros meses, después una parte de ellos ya prácticamente cuelga los aparejos ante el desencanto que les produce la pesca a día de hoy.


Tras este grupo, vendría el grupo  más amplio en cuanto a rango de edad, en él podemos apreciar todos los estilos de pesca, desde los incondicionales del cebo, hasta los incondicionales del sedal pesado, pasando por cucharillas, plumas y varas fijas. Dentro de este grupo podemos ver una tendencia de evolución bastante clara hacia un determinado tipo de pesca, la cola de rata, centrándose esta en los pescadores más jóvenes dentro del grupo. También estos pescadores vivieron en su mayoría la época dorada, y aún hoy sueñan con volver a ella, son incombustibles, siempre que el trabajo o la familia les dejan, van al río a divertirse y a encontrase con amigos y a recordar los viejos tiempos con sus míticos serenos.



Y por último tenemos el eslabón más débil y sin embargo el más importante, los jóvenes, aquellos que continuarán este deporte en el futuro, es aquí donde se aprecia el mayor problema, prácticamente no hay pescadores jóvenes. Yo aún me acuerdo de cómo caí en esto de la pesca y como mi inicios en la pesca de río fueron pescando a cebo desde el puente de Deva, el España, el Pinzales y pequeños regatos que hay cerca de Gijón, aún de aquella, y no hace tanto se podía engañar alguna pintona sin tener ni idea de pescar bien, después llegaría la pesca a vara y la pesca a pluma y poco a poco pude ir explorando más ríos y finalmente todo derivó en la pesca a cola de rata, en un momento en el que por edad ya uno puede disponer de ese importante artilugio llamado coche que te permite moverte sin depender de familiares o amigos. 



Pero lo mío es una excepción, yo me acuerdo que cuando empecé había mucha gente de mi edad pescando por ahí, y sin embargo casi todos ellos, se quedaron en el primer paso, la pesca a cebo en pequeños arroyos. Según fueron creciendo empezaron a ver que había formas más “entretenidas” de pasar el rato, que no implicaban tener que ponerse a buscar los merucos y al día siguiente madrugar, para al final no tener ni una sola picada en todo el día, y eso cuando el tiempo acompañaba. Podríamos pensar que aquellos guajes cuyo padres o abuelos son pescadores y por tanto los acompañan deberían de mantener esta afición, pero seguramente más de un lector en dicha situación convendrá conmigo en que al principio todo parece ir bien, pero en cuanto llegan a los 14-15-16 años todo se trunca, cada vez aborrecen más la pesca, el ir un día y otro y otro, y ver una trucha de vez en cuando, en cierto modo hay que comprenderlo y darles la razón, si te tiras días y días sin tocar ni una pintona es normal que te aburra la pesca, yo creo que eso nos ocurre a todos,  a ellos también y al final optan por divertirse por otros métodos, dejando esta afición de lado, aunque algunos la retomen unos años más tarde. Podemos convenir entonces que el problema de los jóvenes y la pesca en un principio es el mismo que vemos todos, hay muy poca trucha, y si en esos primeros momentos de pesca, no clavas peces, al final optas por abandonar.


           
Creo que deberíamos de dejar de ser egoístas y pensar un poco en los que viene por detrás, si ahora nos dedicamos a llevarnos las truchas que aún malviven en nuestros ríos, no miramos para los ríos como lo que son, si no simplemente como un sitio del que sacar comida, los contaminamos, etc… ¿qué futuro le espera a este deporte?. Puede que la solución esté en concienciar a la gente en un equilibrio entre pesca con muerte y sin muerte, intentar enseñar a los jovenes que el fin último de la pesca no es llenar la cesta, si no pasarlo bien, también la gente debería de tomar conciencia y comprometerse con aquellas acciones encaminadas a limpiar cauces, rastrillar frezaderos y no sólo preocuparse por repoblaciones, dejando de cotillear donde se hace para ir en cuanto se pueda por allí a ver que cae. 



En aquellas localidades privilegiadas, en las que hay un lsm cercano a un instituto, promover la pesca como una actividad extraescolar, sería muy recomendable, comenzando el curso con tareas de limpieza, restauración y enseñándoles in situ, la flora y fauna del cauce y su importancia, continuando los meses siguientes con una introducción a la ecología del río, las diferentes modalidades de pesca y su realización, y como no, montaje de moscas, para finalizar el último trimestre del curso con prácticas reales en los lsm, donde podrán engañar alguna pintona y dejar que les pique ese gusanillo de la pesca. De este manera tendríamos jóvenes que pescarían por los ríos, con una conciencia de compromiso entre conservacionísmo y gastronomía, que colaborarían en actuaciones encaminadas a mejorar los ríos y quién sabe, hasta puede que fomentaran la creación de subasociaciones juveniles dentro de las asociaciones ya existentes, ¿no sería todo eso muy bonito?



Llegó el momento de pensar en el río y sus habitantes, no sólo por su propia problemática, si no también por el futuro de este deporte, de nada sirve, decir “A mi que, yo mientras pueda seguir pescando…” o “Mejor cuantos menos seamos”. Hay que dar  a conocer la pesca entre los jóvenes, como un deporte más cualquiera, en el que prima el pasarlo bien, conocer gente y sobretodo desestresar, una forma de desconectar con la realidad de todos los días, y no tanto el llevarse las piezas para casa, pero claro si los que vamos a los ríos no tenemos dicha mentalidad, poco podremos hacer por que ellos la tengan. ¿Cómo esperamos que se vicien los más jóvenes en esta locura? Tenemos que ser más responsables y dar ejemplo.


Miguel Iglesias Vegas 

Articulo publicado en la revista El Maravayu