Cuando
mi amigo el rojon me pidió que escribiera un artículo para la revista me surgió
el dilema de siempre ¿Qué les puede interesar a unos pescadores que llevan toda
la vida a pie de río?
Todos
sabemos que interiormente cada cual piensa que son tantos momentos en la ribera
que hay poca gente que nos pueda enseñar algo. Que los viejos han vivido tanto
que ya no les caben las nuevas tecnologías, dan más prioridad a una buena pluma
que a un fin de línea del 0.08. En fin que somos “el guru” tapado que nadie
conoce y que, si quisiera, dejaba sin truchas los ríos por los que pasa.
Muchos
sabéis que provengo de familia maragata, en las que se hacía El Filandón que es
una tradición ancestral que, antes de que existiese la televisión ó la radio, convocaba
a toda la familia y vecinos en torno a la cocina económica donde, en la parte
superior, se paliaban el frío de las casas de los pueblos. En esos bancos y
escaños se contaban cuentos maravillosos, crónicas de sucesos fantásticos y
hechos singulares que a los más pequeños nos hacían abrir los ojos como platos
y creo que fue allí donde se me inculcó la pasión por escuchar.
A
lo largo de los años mi destino fue conocer a personas que entonces eran bichos
raros por la afición que tenían y que desgraciadamente hoy han desaparecido.
Los había conversadores abiertos y huraños recalcitrantes que preferían
clavarse la mosca en el puño cerrado a enseñártela. Todos ellos compartían una cosa en común todos llevaban
las mismas moscas aunque ellos no lo sabían. Hubo que hablar poco y escuchar
mucho para que se abrieran y expresasen sus conocimientos sin temor a que los
fueras divulgando a sus convecinos de ribera.
En
los 50 y 60 la variedad en asuntos de pesca no era muy extensa que digamos. Las
cañas, sin contar con las de bambú muy elitistas por el precio, eran de lamiglas
ó conolon, venían de países vecinos con cuentagotas. Las tiendas de pesca eran
escasas y estaban muy poco surtidas. Las marcas de moda, eran las Horrocks-Ibbotson, Wright and McGill,
Shakespeare, South Bend
ó Mitchel. En los carretes, pesados y
aparatosos automáticos ó simplísimos contenedores de líneas, los más afamados
eran los Pflueger, Martin, Hardy, Farlow ó Mitchel. Tampoco
se podía encontrar una variedad notable en las moscas que se usan en nuestra
actividad. Teníamos las wet or dry fly inglesas que eran unos “pínfanos” que me
río yo de las de “pon-pon” de hoy.
Por aquí bebíamos de las influencias de los
clanes de Madrid y Bilbao que se nutrían de los franceses con sus “Gallicas” y
sus “Limousin” más finas y menos pesadas que las inglesas. Ademas de las “Ondins” de Guy Plas haciendo esbeltas
composiciones de las que tomamos formas y siluetas poniendo nuestros cuerpos de
ahogadas y obteniendo así nuestras primeras secas.
Estos
neófitos artesanos vieron los primeros montajes a manos de los pescadores belgas,
alemanes y franceses que durante su periodo vacacional disfrutaban de nuestras
riberas con un productivo intercambio de kilos de truchas por días de estancia
en pequeños hostales y pensiones. Estos privilegiados traían las plumas
alargadas y finas que eran necesarias para esa forma de montar así como los
tornos con sujeción y demás herramientas de montaje que ni se conocían por
aquí.
Nuestros
paisanos se defendían muy bien en los primeros meses del año con sus aparejos
pero cuando los ríos bajaban el caudal y los ranúnculos y ovas invadían las
aguas era muy difícil dominar tantas moscas sin trabar ó enredar. Por el
contrario estos “latigantes” ponían su mosca en el sitio propicio y obtenían
fantásticos resultados. Así fue como empezaron a montar esas primeras moscas en
base de acierto y error, mejorando incluso a las foráneas debido a la
diversidad de colores de las sedas autóctonas en vez de las plumas y pelos con
los que montaban nuestros visitantes.
Entre
los intercambios mutuos de información y materiales nos proporcionaron una
marca que a algunos nos ha cambiado nuestro modo de ser, pensar, actuar y que
según algunas mujeres incluso pone en duda nuestro sexo ya que según ellas solo
sabemos hablar de hilos, madejas, bobinas etc. Esa marca es Gütermann.
No se puede decir que la calidad, que es innegable, fue lo que determino
el auge de las bobinas Gütermann, más bien su extensa carta de colores. La
dificultad para distinguir: “verde” de verde esmeralda, paja, oliva, caqui,
aguamarina, azulado, ingles, flúor, hoja, jade, limón, malaquita, musgo etc.
Fue la que puso de moda el 273, 431, 286, 580, 616, 900 etc. Y así
sucesivamente en rojos, amarillos, naranjas, carnes, marrones y un extenso etc.
Aunque estas sedas solo fueron validas en los comienzos de nuestros montadores
ya que la poca cantidad de seda, 30 metros , y su elevado coste, una peseta con
setenta y cinco céntimos, eran inconvenientes de peso para que su montaje fuese
rentable. Así fue como la empresa Lombard, muchos más metros y casi el mismo
precio, irrumpió en el mercado de los montadores profesionales dejando las
bobinas Gütermann para aquellos que se autoabastecían ó que su número de
montajes no era muy abultado.
Tanto
unos como los otros llevaban en sus cajas cientos de moscas que eran un
vademécum para cualquier situación, rio, ambiente ó temporada. Relatarlas nos
llevará unos minutos, que te dejasen verlas me ha llevado una vida. Ahora
sabemos familia, género, especie, subespecie etc. Antes solo su color, su
tamaño y su época.
Este
estudio empezó por conocer los diferentes números de las sedas, rayones,
sedalinas y sedones, con los que montaban nuestros primeros maestros, comparar
los de unos con los de los otros y comprobar, que con pequeñas variaciones de
colorido, que todos coinciden en las mismas moscas y los mismos patrones.
Igualmente
casi todos les ponían las mismas “brencas” ó “brincas”. Solo los que montaban pequeñas
cantidades cuidaban el detalle de poner la cabeza de distinto color que la
brinca intentando igualar esta parte del insecto. Lo más común era poner la
cabeza y la brenca del mismo color para ahorrar tiempo.
Otra
diferencia interesante de las moscas de unos y otros eran las plumas. Estas eran
muy difíciles de conseguir debido primero a que había muy poca gente que se
dedicara a la cría de gallos ó a la venta de plumas, solo un cartero y un cura
hicieron por este oficio tanto como algún Tomas, Quino ó Chema hoy en día. Entre
los dos tipos de pluma, ahogada y seca, este último era el más escaso. También
se unía la reticencia de los paisanos a quitar esos apéndices a los gallos porque
se “picaban” entre sí al creer que el desplumado era más débil.
Y sobre todo
que nuestras mejores plumas solo era posible conseguirlas en los siete pueblos
mágicos: Aviados, Campohermoso, La
Cándana , La
Mata de Bérbula, La Vecilla , Sopeña y Valdepiélago. Algunos amplían a
diez con Pardesivil, La Mata
del Curueño y Santa Colomba del Curueño, pero ninguno montador.
Para poder
distinguirlos nos basaremos en el plumón que es la parte que está debajo de las
barbas y encima del cálamo, estas tienen cuatro colores básicos: El blanco para
el color indio palometa, el negro para el indio negrisco, el gris claro para
todos los “indios” restantes y el gris oscuro para todos los pardos. Dentro del
mundo de las plumas para seca podemos distinguir I. Palometa, I. Cristal, I. Humo,
I. Acerado, I. Plateado, I. Plomo, I. Sarnoso, I. Avellanado, I. Rubión, P.
Flor de Escoba, P. Crudo, P. Encendido y P. Sarrioso.
Nuestros primeros artesanos contaban con buenas plumas y buenas sedas
pero no así anzuelos, tornos ó herramientas cosas que suplían con mucho ingenio
e imaginación. Los primeros Mustad & Sön 39855 hollow point noruegos fueron
los más afamados de esta época muy fáciles de “abrir” tenias que tener un
cuidado especial clavando ya que el nylon que se empleaba por entonces nada
tiene que ver con los actuales. En las tiendas del ramo no se
podía conseguir
nada por debajo del 0,20 que fuese capaz de sostener a un pez.
De
esas maravillas distinguiremos las más comunes, que no deberían faltar en
ninguna caja de aquellos que nos apasiona esta afición y sobre todo de aquellos
que pensamos que “mojar” una ninfa está bien para los que no tienen escrúpulos,
que pondrían cualquier cosa al final de su línea para capturar un pez, pero
para los demás solo las moscas que navegan en superficie merecen ser
catalogadas y referenciadas. He aquí las plumas y los colores de los hilos de elegidas entre nuestros maestros montadores.
EFEMERAS
Tabaco
P. Aconchado con LP3260, G448, G450 y M 258
Pardón P. Crudo LP3324,
G139, G170 y M262
Aceituna
I.
Plomo G286, G900 y M266
Paja
viejo I. Acerado G977, G249 y M264
Rosína I. Avellanado LP3202, G660 y M202
Verdin I. Acerado
LP3104 y G661
Carne
I.
Cristal LP 3253, G165, G210, G600 y M234
Garbanzo
I. Avellanado LP3255, LP3256, G260, G415
y M253
Salmon P. Flor de Escoba LP3234 y M237
Salmonin
P. Flor de Escoba LP 3232, M234, G1115 y G586
Amarilla
I. Acerado LP3283, G106 y M225
Fanta I. Acerado LP
3277, G979 y M277
Limonin
I.
Cristal LP3281, G325 y M223
Caenis I.
Cristal LP 3205, G658 y M202
Naranja
I. Acerado + rubion LP3279, G350, G362 y M279
Butano
I. Acerado + rubion LP3280, G351 y M280
TRICOPTEROS
Al
principio estas moscas estaban hechas de una manera que mezclaba la forma de la
mosca tradicional leonesa añadiendo la pluma de la mosca
seca. Más tarde se juntó la pluma del
tejadillo como lo podemos ver hoy. Los cuerpos variaban desde la tradicional
seda hasta las plumas de grandes pájaros que dan una flotabilidad superior a
los hilos. He aquí los diferentes montajes que podíamos ver en los años 60 y
70.
SARNOSA C: Marrón oscuro T: I. sarnoso Pl: I. sarnoso
PATOSA C: Gris oscuro T: I
acerado Pl: I. rubión
NEGRITA C: Negro T: I Negrisco Pl: I Negrisco
SALTICA C: Oliva amarillento T: P aconchado Pl: I
avellanado
LANGARETA
C:
cigüeña negra T: P langareto Pl: P langareto
PITILLO C: Pavo real desbarbado T: I
acerado Pl: I acerado
HORMIGUINA C: Cigüeña negra A: I palometa Pl: I acerado
PAJARIN C: Oliva claro T: P flor de escoba Pl: P flor de escoba
MATADORA C: Marrón oscuro T: P sarrioso Pl: I avellanado
AMARILLIN C: Cóndor con pícrico T: P flor escoba Pl: I
avellanado
Con
estas moscas en vuestro poder y siguiendo las indicaciones de sus épocas,
tamaños, formas y maneras de navegar se puede pescar en todos los ríos de mi
León.
Este articulo fue publicado en la revista El Maravayu en Agosto de 2013
Jose Ramón Jarrín
Muy buen articulo, enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos.
Excelente.
ResponderEliminarExcelente.
ResponderEliminarMuchas gracias, por este relato repleto de emociones y sabiduría
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