Crónica: cambio de última hora, truchas por barbos

El invierno es muy duro para el pescador truchero. A base de montar moscas, alguna caña y pasar frío en algún intensivo o embalse cercano a casa, van pasando los meses sin pena ni gloria. 

Todos conocemos en Otoño el “Veranillo de San Miguel”. El mes de Marzo, semana arriba, semana abajo, suele tener ese momento de tregua climatológica, donde el sol nos permite soñar antes de tiempo con la primavera. 

Ese “veranillo” de Marzo, puede coincidir en ocasiones con la apertura de la veda de la trucha en aquellos lugares donde esto sigue ocurriendo esto el tercer domingo del mencionado mes y es un buen momento para intentar ir a dar los primeros varazos serios del año. 

En Guadalajara tenemos un problema muy grande, situado a unos 50 Km al Suroeste; y digo grande, porque es inmensa, es la capital del país y por lo tanto un núcleo con muchos habitantes y también muchos pescadores, cosa muy a tener en cuenta a la hora de planificarse y buscar donde lanzar nuestras moscas. 

  Era viernes por la tarde y me encontraba en casa, dándole vueltas a esa primera salida seria del año. Asturias se me hacía algo lejano y en breve subiría a pasar un fin de semana entre el Arenero y el Narcea. En Castilla la Mancha la veda no abría hasta abril; en Madrid no veía nada que me pudiera interesar; finalmente solo me quedaba la opción del Sur de Castilla y León.

En Gredos y en el Tormes salmantino, empezaba a aparecer el deshielo debido a  las altas temperaturas, si a eso le sumaba las romerías que por ahí se forman los primeros días de temporada, no me quedaban muchas ganas de gastar kilómetros en esa dirección. El Riaza en Segovia llevaba dos años malos de pesca, cuando era una buena baza de principios de temporada. Tras darle vueltas y más vueltas y sobre todo debido a los deshielos que se estaban produciendo, decidí cambiar el destino para probar suerte con los ciprínidos en un embalse de aguas calidas.

 Con la sierra de Gredos nevada de fondo y el crotoreo constante de las cigüeñas, llegué a las 9:30 a la localidad de El Gordo, a orillas del embalse de Valdecañas.

 El pantano se encontraba a un nivel muy alto, inundando las praderas. Pude ver más movimiento que de costumbre por las orillas; chapoteos, ruido y peces subiéndose unos encima de los otros. Debido a las altas temperaturas, las carpas habían comenzado a desovar.

Era difícil poder localizar algún pez con ganas de echarse unas ninfas al cuerpo, las carpas quedaban descartadas y se veían pocos barbos. 

Decidí dar un paseo en busca de algún pez despistado. Con el sol ya bien alto y mientras me tomaba el bocadillo, pude observar a grupos de barbos que patrullaban entre los “manojos” de carpas que estaban a sus menesteres reproductivos. Cada vez que las carpas levantaban nubes de cieno, ahí estaban los barbos y carmines para hurgar entre medias en busca de larvas y bichos.

Puse finalmente una ninfa de quironómido para probar en esas nubes de fango.

  

Dado que era imposible ver si los peces comían la imitación en medio de aquella muchedumbre, intenté arrimar las ninfas al borde de las mencionadas nubes de cieno, donde podía ver si algún pez se interesaba por la ninfa. 

Y así fue… 

Pude engañar alguna carpita

Algún barbo

 Y un carpín redondo como una paellera

Cansado de dejarme la vista, me dí un garbeo, en busca de peces más activos. No pude localizar ninguno de esos grandes comizos que frecuentan este pantano, tan solo algunos barbos comunes, muy asustadizos, que me obligaron a emplearme a fondo con lances largos y muy precisos.

La mañana de pesca terminó a eso de las 13:00 con 4 barbos, 1 carpa y 1 carpín; lo suficiente para pasar un rato agradable y así poder olvidar las truchas por unos días, esperando que la situación fuera más favorable para poder ir a intentarlo una semana después.

Daniel Agut